miércoles, 16 de septiembre de 2015

Gays católicos: entre la permanencia y la deserción

Entre las diversas tradiciones cristianas no hay ninguna que esté mejor estructurada y que cuente con mayor cantidad de miembros que la Católica Romana. El episcopado monárquico y la cabeza de ese episcopado en el obispo de Roma con un poder absoluto unido a la veneración a su persona que se ha ido incrementando en los últimos 300 años ha hecho de esta confesión cristiana una institución visiblemente fuerte y homogénea hasta hace muy poco tiempo.

Hoy día la Iglesia Católica Romana está sufriendo algo que ella misma criticó como arma apologética de la Iglesias reformadas: la fragmentación. El poder magisterial del Papa ya no es capaz de coartar la libertad de interpretación y de pensamiento de muchos católicos. Pero por otro lado, también se está dando lo contrario; es decir, en nuestro mundo, en que estamos viviendo un cambio radical de paradigma con la inseguridad que esto conlleva, está haciendo que masas débiles que se encuentran perdidos y llenos de miedo ante los cambios vuelvan aponer su libertad en manos de una jerarquía religiosa que basa su poder en los elementos principales de una sociedad premoderna que agoniza.

Entre los grandes cambios que está sufriendo el mundo Occidental, la Iglesia católica, y, el Papa concretamente, ha declarado una lucha contra la ampliación de derechos civiles de las personas homosexuales. El matrimonio homosexual es no sólo una herida mortal al patriarcado, que es una de las fuentes de poder del cristianismo tradicional, sino sobretodo un cambio radical en la concepción de la persona humana y de la supuesta ley natural, de la que el magisterio se cree su auténtico intérprete.

Por eso las personas LGTB católicas, que por el gran número de fieles que tiene la Iglesia católica son también mayoría, están sufriendo esta misma fragmentación. Por un lado están las personas que tienen un miedo profundo a asumir su diversidad sexual y los contratiempos sociales que esto supondría y se amparan en la tradición teológica que sostiene la jerarquía para no tener que asumir su sexualidad, aunque a costa de destruir sus vidas y su felicidad. Pero por otro lado tenemos a muchos homosexuales LGTB que sintiéndose miembros de la Iglesia católica considera correcto  y querido por Dios el ejercicio de su sexualidad. Surge aquí el conflicto que se da entre pertenencia a la Iglesia católica o abandono. Entre mantener la comunión o pasar a una situación de rechazo o de ruptura con la jerarquía católica. Por otro lado, estas personas no sólo tienen que contar con el rechazo de la jerarquía y de muchos de sus hermanos católicos, sino también de otros cristianos y no creyentes que descargan contra ellos la rabia y el rechazo de la jerarquía católica. Ambos problemas quiero abordarlos en una serie de artículos en los que quiero lanzar un mensaje de ánimo a otros hermanos católicos como yo que quieren vivir su fe cristiana gozosamente en la Iglesia y la tradición católica de la que nos sentimos hijos también queridos a pesar de los pesares.

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