sábado, 12 de septiembre de 2015

Un Relatos gay




Voy a relatar un suceso que le ocurrió a un amigo mío, el cual me pidió que escribiera este relato para enviarlo a esta página. Hablaré en primera persona como corresponde a una narración de este tipo. 
Mi nombre no importa mucho, pero me llamaré Juan, como cualquier Juan en este mundo, de los muchos que hay. Soy divorciado y vivo con una de mis hijas, mi hermana y mi madre. Tenía una linda novia con la que ya me iba a casar. Nunca tuve sexo con ella porque decía que su religión no lo permitía. Sin embargo, me encantaban las mamadas que me daba. Era súper excitante ver su carita a la altura de mi verga, metiéndosela hasta el fondo y luego ver mi semen iluminando su cara y su boca. Pero lo que quiero contarles, fue la primera vez que tuve sexo oral con un hombre. 
Por azares del destino, conocí a un mecánico simpático, alto, moreno y bigotón. Ya antes yo había descubierto mis inclinaciones homosexuales, pero nunca me había animado a llevarlas a la realidad por miedo, hasta esta ocasión. Pero bueno, decía que fui con este mecánico y nos pusimos a platicar de cosas intrascendentes. Entre la plática, surgió el tema de la homosexualidad. 
No sé de dónde, sacó una revista en la que se mostraban fotografías de homosexuales en plena acción. Los dos nos deleitábamos viendo cómo un hombre perforaba a otro hombre, cómo dos tipos le metían la verga en la boca y en el ano a otro muchacho. Ver estas fotografías, la cercanía del mecánico y mis ya consabidas inclinaciones homosexuales, me llevaron a excitarme. Pero en ese momento no reconocí esta emoción, mi corazón latía rápidamente y yo pensé que era nerviosismo y no excitación la que sentía. El mecánico se dio cuenta de mi estado, pero de momento no dijo nada y yo, por supuesto, me hice el loco, tratando de controlarme para no delatarme. 
Seguíamos viendo las fotos. Los dos sentados, yo a su lado y cada vez más cerca para poder contemplar con excitación, cómo un hombre penetraba la boca de otro hasta el fondo. Me preguntaba en ese momento como era posible que un pene llegara hasta el fondo de la garganta y no ahogara el tipo. 
Conforme la plática y la mirada a las fotos transcurrían, el mecánico me fue contando que tenía ganas de tener sexo con un hombre, que quisiera penetrar a un hombre por el culo, reventándolo hasta sentirse loco de sexo y alegría. Yo comencé a mirar su entrepierna, viendo una tremenda erección que tenía mientras me decía estas palabras. La cercanía era cada vez mayor, mi cara estaba encima de su hombro para poder ver más cómodamente las fotos de la revista. Ahora mi cuerpo tocaba casi por completo el cuerpo sudado y oloroso de ese hombre que me excitaba cada vez más. Pero yo más bien tendía a pensar que me sentía nervioso, cada vez más nervioso. 
El mecánico se dio plena cuenta de mi excitación y de mis continuas miradas hacia su verga que estaba cada vez más parada. Y así, fue cómo me dijo ¿no te gustaría mamarme la verga? Esta pregunta me dejó de una pieza, no me esperaba una pregunta de este tipo y menos viniendo de alguien como él. Yo tartamudeé sin saber exactamente qué era lo que le respondía. Creo que le dije que si, porque se puso de pie y se bajó los pantalones y calzones, enseñándome una verga de unos 18 centímetros y bastante gruesa. Yo inopinadamente me hinqué para que mi cara quedara a la altura de su verga. Pude oler perfectamente esa gran verga que ahora se me ofrecía como la respuesta a mis peticiones homosexuales. Su olor era a pescado, me pregunté si todas las vergas tienen este olor. Mi corazón latía apresuradamente, pero mi boca se me hacía agua de solo pensar que a unos centímetros de mí, tenía una verga de verdad, que ahora iba a ser solamente mía. 
Sin pensarlo más, me acerqué y me metí esta bella verga en la boca. Su sabor salado me impresionó mucho más que darme cuenta que, debido a sus empujones, podía comérmela toda. Puso sus manos en mi cabeza para cogerme la boca. Yo tenía las manos en sus nalgas para acercar más ese oscuro objeto de placer que se ofrecía a mi boca. Él me decía mientras me cogía MAMA LA VERGA, JUANA. No entendí sus palabras pero a estas alturas de la vida, no me importaba. Loco de excitación, ahora si la reconocía, abría completamente la boca para recibir este rollo de carne delicioso. 
Así estuvimos durante unos cinco minutos, donde solamente podía escucharse en ese gran bodegón vacío, el sonido acuoso de mi boca contra su verga y los gemidos de él, cada vez más excitado diciéndome MÁMAME LA VERGA, JUANA. 
En un momento dado, comenzó a eyacular a chorros. A pesar de tener plena conciencia de que esto iba a pasar, me tomó desprevenido. Probé el sabor de su semen. Un sabor completamente nuevo para mí, raro, como salados y a cloro, pero me gustaron porque estaban tibios, y pegajosos y viscosos y blancos. Me encantó este nuevo sabor sexual para mí. Traté de tragármelos completamente, ya que antes de terminar, él me lo pedía. TRÁGATELOS, PUTITA, TRÁGATELOS. 
Una vez que terminó, me saqué poco a poco su verga de mi boca. Él tenía la cara hacia arriba, gimiendo, deleitándose de este orgasmo provocado por una boca masculina. Pero o me encontraba en lo mío. Cuando me lo saqué de la boca, pude ver perfectamente el glande, con su ojito del que había salido este delicioso líquido. Una gota más salía y yo me volví a llevar su verga a mi boca para que esta gota no cayera al suelo, sino llevarla a mi lengua que gustosa lamía la punta de su pene. 
Después de esto, me propuso penetrarme analmente, a lo que yo acepté lleno de entusiasmo, pero ya no había tiempo y decidimos posponerlo para otra sesión de sexo. Me siento un poco confundido, él me dijo, ahora si Juana, ya eres una jotita. ¿Será esto cierto? No lo sé, pero también me propuso presentarme a sus compañeros de trabajo para que les mame la verga a todos ellos y me trague su semen. Voy a pensar si lo hago o no, pero me entusiasma la idea.

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